lunes, 2 de marzo de 2015

El viajero del mundo desconocido

¿Por qué los niños necesitan unos límites y unas normas?

Quiero que te pongas en el lugar de tu hijo, y para eso, nada mejor que usar la imaginación.

Imagínate que te encontraras en un país en el que no conoces a nadie, ni su lengua ni su cultura. No conoces absolutamente nada. En ese momento de incertidumbre, ¿qué necesitarías a toda costa?

Un guía, ¿verdad?

Una persona que te cuente sobre qué visitar allí, dónde hospedarte,… pero también, y sobre todo, qué puedes y qué no debes hacer, cuáles son sus costumbres, qué comportamientos tuyos podrían, en determinados casos, considerarse ofensivos, cómo debes saludar y despedirte, cómo debes pedir las cosas,… y todo, para encajar en esa sociedad que no conoces.


Recuerdo cuando fui a Marruecos hace un par de años. Subí a un taxi y, al llegar a mi destino, me cobró básicamente lo que quiso. Yo no sabía que allí los taxistas tienen la costumbre de cobrarte lo que les parece bien. ¡A mí ni se me hubiera ocurrido! 

Hubiera agradecido enormemente que alguien me lo hubiera contado, así yo ya hubiera sabido que tengo que acordar un precio antes de subir al taxi y no hubiera tenido que pagar al primer taxista todo lo que me quiso cobrar.

Pues lo mismo les pasa a los niños. Ellos han “aterrizado” en una sociedad con unas normas que no conocen, que no saben qué está bien y qué no, ni cómo tienen que pedir las cosas o decir que no quieren algo,… No nacen sabiendo cómo deben desenvolverse en este mundo, y, por eso, desde chiquitines, no hacen más que experimentar para intentar saber donde están los límites de cada cosa.

Y nosotros, desde el momento en el que hemos decidido ejercer el rol de padres y educadores, somos esos guías que debemos enseñarle todo esto. Enseñarles qué comportamientos son aceptables y cuáles no, para que ellos aprendan a crecer conviviendo con otras personas, tanto dentro como fuera de casa.

Poner límites significa, ni más ni menos, que establecer una guía sobre lo que debe y no debe hacer. Los límites le enseñan a tener buenos hábitos, y también le dan seguridad y tranquilidad, al saber cómo debe comportarse en cada situación.

Vuelve a imaginarte en ese lugar que no conoces y que te imponen alguna norma que va en contra de lo que tú quieres hacer. Imagínate que quieres salir por la noche a tomarte algo, pero te dicen que no puedes salir del hotel. Sin más.

Dirás “pero si es que no voy a hacer nada más que tomarme algo y dar un paseo, ¡¿por qué no voy a poder?!” En ese momento te enfadas porque no entiendes nada, no le encuentras la lógica.

Necesitas una explicación a esa norma para poder “encajarla” y adaptarte mejor. Las normas no se hacen porque sí. Probablemente, el sitio sea peligroso por la noche y por eso no puedes salir. Pero si no lo sabes, no le puedes dar un sentido a esa norma.

A pesar de esa explicación, también necesitas un tiempo para asimilar esta norma que va en contra de lo que tú quieres y de lo que tú estás acostumbrada a hacer.

Pues ahora ponte en el lugar de tu hijo. Es la misma situación, pero además, él no tiene la misma capacidad de razonamiento que tú, ni esa tolerancia a la frustración tan desarrollada como tú, por una cuestión de edad y de desarrollo evolutivo.




Por eso, hay que intentar ayudarles a entender el mundo en el que viven, al igual que han hecho con nosotros. Ya sé que todo esto implica mucho esfuerzo y que es necesario sacar paciencia de debajo de las piedras, sobre todo cuando son chiquitines, pero realmente el niño generalizará fantásticamente lo que les vayas enseñando a otras situaciones parecidas.

Tómate tu tiempo y reflexiona sobre todo esto. ¿Crees que tu hijo tiene unas normas claras y concisas sobre lo que puede y no puede hacer, tanto dentro como fuera de casa?

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